Desde siempre me ha gustado montar a caballo, bucear en los mares, navegar los rios, cruzar los pantanos, subir o bajar a la cuevas, escalar los castillos, explorar las torres... ¿Queda algo más? seguro, se me olvida algo pero ya me acordaré...
Dejó de ser única porque volví a repetir al año siguiente.
También hubo tiempo para la pesca y el buceo en el mar Rojo.
No puedo sustraerme a lo mio la cerámica y visité esta alfareria a la que vuelvo siempre que voy. Un candil semejante a este tengo en la entrada de casa como la joya mas preciada.
Ya que estaba en el Sinaí me acerqué al Mar Rojo a bucear y ver los fondos coralinos, me sentí como pez en el agua, nunca mejor dicho.
Creí que lo de flotar en el Mar Muerto era una patraña y comprobé allí mismo que era cierto, al menor descuido me ponia boca abajo y aquel agua sabía a demonios.
Aprovechamos el viaje para dar una vuelta por el golfo de Aqba y ver los corales, nada que ver con Ras Mohamed.
En el viaje de estudios a Italia a todas nos hizo la misma foto D. Ildefonso. Un recuerdo inolvidable,
Aprovechando el deshielo y la crecida mi hermana Anuska y yo nos lanzamos al rio najerilla sin pensar, la aventura llegó casi hasta Cenicero, cuando perdimos los remos lo tuvimos que dejar.
Aquella avioneta parecia de papel y se movia todo el rato, traté de controlar mis primeros miedos y difrutar de una aventura única.
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De un vagón del metro de Moscú la multitud me sacó a empujones no se como, menos aún me acuerdo quien fué el brazo generoso que me introdujo de nuevo en el mismo junto a mis compañeros de viaje.
La primera marcha que se hizo a Hoyos de Iregua la iniciamos con toda la ilusión, no llegamos a meta y nos quedó una sensación amarga. Nos repatriaron en un camión a Villoslada. Al año siguiente repetimos y llegamos orgullosas, nos dieron el diploma.
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En el picadero Ecus tuve que aprender toda una semana a dominar al caballo, tarea ardua porque el que dominaba era él muy a mi pesar.
Las siete cuevas de Nájera han ejercido una fascinación tremenda entre todos los que las conocemos. Sin exagerar las habré subido mil veces y las que me quedan, espero.
Mi madre y yo cruzamos el estrecho de Gibraltar camino de Tánger en este barco y a la hora del atraque vímos como se iba deslizando en dirección a otro que estaba tan bien atracadito en el puerto, nos sujetamos como pudimos en espera de acontecimientos, no sentimos nada, ni un temblor, pero el otro barco se quedó con un boquete considerable, las puertas se bloquearon y no nos dejaban salir. Preguntaba mi madre que pasaba y el marroquí cabeza visible de aquello le decía - "no problem" señora tomese lo que quiera-. A costa del "no problem" bebimos no se cuantas coca-colas gratis y al cabo de dos horas salimos por nuestro pie.
En el momento justo que me iba a tirar a la plaza a torear a una vaquilla mi madre me sujetó por el brazo y me rogó por todos los santos habidos y por haber que no lo hiciera de lo cual estoy muy arrepentida, estabamos en Ciudad Rodrigo.
Pero no pudo impedir que fuera con el ganadero a dar de comer a los novillos gracias a que no vino conmigo. Luego se lo contaron, se le cayó toda la baba y dijo que yo era la mas valiente.
Antes de que se llenara el pantano de Mansilla había que hacer algo, no lo pensamos dos veces y en pleno marzo cogimos los bartúlos y allí que nos fuimos.
Con la nani de pasajera entramos dentro de la iglesia por la puerta principal, vimos los arcos y las ventanas, tuvo que ser bonito aquello.
Como teniamos amistad con el párroco de la Iglesia de Palacio este no dejó las llaves para subir a la aguja, anduvimos a nuestras anchas por todas las torres.
Todo lo que extrajimos nos lo llevamos a casa, el guia extraordinario nos instruyó de lo lindo y hasta visitamos el pequeño museo que hay en el pueblo. La entrada carisima no nos pareció tanto, fué un regalo.
En aquellos veranos de Nájera ibamos todos los años a la Laguna Negra, lo mejor de todo cuando dejabamos la carretera principal y nos subiamos a la baca del autobús de turno sin que mi padre se enterara. Eso creiamos aunque la verdad es que estaba al tanto de todo.
En estos cuatro palos de madera a modo de balsa bajamos mi hermano Deme y yo por el rio desde Nájera hasta Somalo. Nos caímos en la primera curva del rio, asustamos la pesca de los que por allí andaban, Matias Ojeda creyó tener alucinaciones cuando vio que eramos los hijos de Demetrín, nos volvimos a caer mas abajo, se mojó la ropa puesta y la que llevábamos en una bolsa, abandonamos el artilugio que se quedó encallado en un tronco y cuando estábamos calentandonos en una hoguera de unos que estaban merendando se chamuscó mi jersey. Mi padre vino a buscarnos, estábamos hechos una piltrafa.
El pueblo estaba tranquilo, encendimos cohetes que llegaron al cielo, sonó una canción de nuestros tiempos de guerra, aparecimos por el camino arrastrando una hilera de latas vacias que hacían un ruido infernal, ella y mi madre (esta estaba en el ajo) tan anchas leyendo sendos libros en el prado. Ver la cara de mi hermana cuando nos reconoció... no tengo palabras.
Nos hicimos la foto " la familia telerín" (la manma en el centro) para no olvidar ese dia extraordinario.
En un viaje a las Bardenas Reales mi madre se encontró con estos que no conocía de nada, no contenta con ello les hizó cantar a coro una jota. Ellos tan contentos y...
Nos costó Dios y ayuda llegar, alguién se quedó por el camino, pasamos mil peligros y creo que no volveremos.
Cuando estuvimos en Vietnam nos enseñaron todo lo referente a como se las arreglaban los vietnamitas en la famosa guerra.
Como escapaban por estos túneles camuflados y estrechos. Nos invitaron a recorrer uno de ellos, el guia iba el primero abriendo camino con su linterna yo la última, todo estaba oscuro, me sentí perdida y a punto de recular pero pensé... ¿es que no voy a ser capaz? Esperaron un rato hasta que me vieron salir por el agujero.
Y del agujero al cielo en la bahía de Halong para disfrutar de unas vistas privilegiadas tantas veces vistas en las postales y en el cine.
En este hotel del Lago Inle nos dejaron aparcados y sin posibilidad de ir a ninguna parte, no había un alma, tan poco hizo ninguna falta.
Para ver las cuevas del El Soplao en Cantabria había que desplazarse en este trenecito como lo hacían los antiguos mineros, llena de estalagtitas, estalagmitas y de paisajes parecidos a la pélicula Viaje al Centro de la Tierra.
En la playa de Tulum me encontré con esta sorpresa cuando iba a tomar el sol después de un baño, pasado el susto lo de tumbarme ya no estaba en mis planes, todo era mirar y observar por si acaso.
Aquí está Nay, Nani, Nana, Nanu, Nanita, llamada según me sale. Me da alegrias y me quita penas que es mucho, me sigue a todas partes, no me deja ni a sol ni a sombra y me divierte sobremanera. Yo le doy todos los mimos del mundo y tambien le hago mil judiadas como esta de llevarla en la cesta de la bici, la de fiestas que me hace cuando intuye que vamos de paseo. Y tan felíces las dos.
Esta mesita tigre asi la llamo la encontramos en una tienda de San Juan de Aznalfarache mi hermana Anuska y yo. Aquella tienda era mas bien un almacen desvencijado en donde todo estaba por el suelo y había que revolver para encontrar algo de fundamento. Al tigre le faltaban las patas y estaba todo desconchado. Tardamos mucho en encontrar las cuatro patas y cuando llegamos a casa y nos pusimos a la tarea de la restauración comprobamos que una de ellas no correspondia a nuestro felino, como no había remedio la pegamos y el pobre anda un poco cojitranco.
En este plato me dieron de comer en el viaje de estudios a Italia. Fué en un restaurante en Niza. Era la primera vez que salía al extranjero y semejante vajilla me resultó fascinante. Todas mis compañeras pusieron sus platos apilados para que no se notará la falta del mio.
Salió un día explendoroso con un sol de justicia, al llegar al lago nos cayó una inesperada tromba de agua, el paraguas hizo sus funciones, para el sol para la lluvia.
De vuelta volvió a lucir el sol, no he visto en mi vida paraguas mas necesario.